Pero no quise dejarlo. Volví a la carga. Te cogí de la mano y tiré de ti hasta la cafetería que había al otro lado de la calle. Allí mismo, Gyuyeon nos confirmó que no era mi compañera, que ella y tú os habíais conocido primero. Tras escuchar su respuesta, rompí a llorar. No porque estuviera enfadada contigo o por tu cabezonería, ni tampoco porque siempre que te confundías hacías como si nada hubiera pasado y decías que cualquiera podía equivocarse, sino porque llegué a dudar de mí. Lloré porque, mientras te arrastraba hasta aquella cafetería, temblaba por dentro por si era yo la confundida.