Una posibilidad para explicar el «comportamiento artístico» reside en que el cerebro humano ha desarrollado una tremenda capacidad de aprendizaje para adaptarse al entorno. Esta capacidad nos permite «independizarnos» de alguna manera de las leyes evolutivas «clásicas», que sugieren que es necesaria una mutación y la selección de la misma para la evolución de una especie, pero indudablemente produce una dependencia enorme de estímulos externos. Si lo enfocamos de esta forma, el conocimiento adquirido necesita transmitirse a través de una «cultura», que es un fenómeno fundamentalmente derivado del agrupamiento social. Y este es el segundo ingrediente: el ser humano precisa, para su bienestar psicológico, estar con otros humanos. La imagen del mundo que nos ofrece nuestro cerebro es una representación (parcial e interpretativa, no «fotográfica») de lo que nos rodea en cada momento y de lo que otros han visto y compartido. Una visión que almacenamos en nuestra memoria y en soportes como la escritura, el dibujo o la música.