Trataba de convencerlos de que lo más importante en la vida es aprender, desarrollar la inteligencia, ser autónomo y fuerte tanto de mentalidad como de palabra. Tenían que aprender que la belleza es una trampa apetitosa, sobre todo para las chicas. Pero aunque hablaba con convicción y entusiasmo, pocas la escuchaban. Ellas también creían que era una «pesada», atraídas como se sentían por el sueño de un vestido ajustado y seductor, una boca de color rojo coral «pronta a los besos», la idea de un cuerpo infantil que interpreta el eterno espectáculo de la seducción erótica, tal como sugerían las imágenes difundidas sin descanso por la publicidad y la moda.