Pedagogía crítica latinoamericana y género

Los niños reciben especial atención y tiempo de sus profesoras y profesores; también la disciplina, el refuerzo, el rendimiento y las expectativas se orientan fundamentalmente hacia estos. Las niñas, por el contrario, permanecen en el anonimato, en parte porque se las considera más dóciles, menos inquietas, más disciplinadas y menos creativas.

Las representaciones de género son elaboraciones simbólicas visuales y discursivas con respecto a las relaciones entre hombres y mujeres y su lugar en la sociedad, que se expresan de diversas formas y constituyen el conjunto de ideas, creencias y significados a través de los cuales cada sociedad, en un tiempo histórico concreto, define los atributos sociales y psicológicos, así como los estereotipos de los grupos sociales en cuestión. Estas representaciones definen un horizonte normativo que regula las pautas de interacción entre los individuos y proporciona modelos de relación social para hombres y mujeres.

Lo cierto es que la escuela, dentro de lo que considera su función social, reproduce aquellas expectativas e imaginarios sociales que se tienen acerca de las personas y de su rol en la sociedad. Su currículo —explícito u oculto— fomenta relaciones discriminatorias que conviven en una armonía permisiva, en la que los estereotipos de género preconcebidos se reafirman. A partir de este, se desarrollan las capacidades y habilidades requeridas para la incorporación exitosa en el ámbito de lo público —considerado propio del género masculino—, mientras que, por otro lado, se estimula el desarrollo de ciertos valores asociados a lo íntimo, al cuidado del hogar, a lo privado, estatus que, como ya hicimos mención, se otorga al género femenino.

La pedagogía crítica emerge, pues, como una resignificación de la educación y sus funciones, proponiendo un análisis de la dimensión social, económica, política y cultural, en la que se circunscriben las personas en atención a su contexto; así es como se propone cuestionar y desafiar la dominación, las creencias y los hábitos que la generan y reproducen y que inciden, por tanto, en las maneras de actuar y de pensar de los sujetos, es decir, en sus prácticas de vida.

Y la mejor manera de luchar por ella es vivirla en nuestra práctica, testimoniarla con energía a los educandos y educandas en relaciones con ellos y con ellas

sta obligatoriedad de pensar la educación y sus prácticas pedagógicas en sentido de comprensión humana obliga a enfrentar desde la teoría y la práctica el asunto de las oposiciones entre hombres y mujeres, desde la perspectiva de género, pero asumiendo esta discusión como una situación que debe superar los estereotipos, los roles y las pautas de actuación encomendadas histórica y culturalmente para cada sexo por los discursos y las prácticas sociales dominantes, en la intención de encontrar alternativas para la transformación de las relaciones de subordinación, y lograr una mediación consciente desde una lectura crítica de realidades en tiempos presentes y de reconocimientos recíprocos.

s en este sentido que Freire propone una de las tareas de la práctica educativa crítica: propiciar las condiciones para que los educandos y educandas, en sus relaciones entre sí y entre todos y todas con el profesor o profesora, pueda ensayar la experiencia profunda de asumirse como seres sociales e históricos, como seres pensantes, comunicantes, transformadores, creadores, realizadores de sueños, capaces de sentir rabia, porque son capaces de amar. La asunción de nosotros mismos no significa la exclusión de los otros. Es la “otredad” del “no yo” o del tú la que hace asumir el radicalismo de mi yo.

or ello, problematizar el género desde el horizonte de la pedagogía crítica de Freire8 es un lugar para pensar la condición humana, poniendo en cuestión los modos de menosprecio y discriminación opresores de un proyecto real de humanización, y transformando las posibilidades de una escuela humanizante

Por el contrario, el papel del género en la escuela se ha visto limitado y reducido a mera expresión de identidad desde la diferencia y la discriminación en cuanto identidad sexual y, claro está, adultocéntrica, que privilegia modos de ser hegemónicos que distinguen claramente al hombre de la mujer, con lo cual perpetúa prácticas de discriminación y menosprecio,

Para lograrlo, es necesario pensar la escuela como escenario de socialización y negociación de saberes y culturas, y la pedagogía como esa práctica social en la que confluyen diversos elementos constitutivos de la sociedad

se pueden identificar cinco grandes pedagogías en la obra y el pensamiento de Paulo Freire: del oprimido, de la esperanza, de la autonomía, de la indignación y de la tolerancia. En ellas se hace evidente una necesidad vital por reconocer las dinámicas de opresión y deshumanización, pensar la posibilidad de transformación por vías del empoderamiento y de la condición humana del estar juntos.