Pintando aprendí a mirar, entendí que la realidad es mucho más compleja de lo que parece, la pintura me ayudó a resolver lo que no se puede decir con palabras y es en la mancha donde consigo entender algo. Observo en ella la urgencia, la duda, la calma o la furia de aquel o aquella que la ha trazado. Analizo si hay control en la técnica o si aquello es cosa de una mano torpe que todavía ensaya el gesto. Advierto si quien mancha es complaciente consigo mismo y con el mercado o si es un suicida. Tiemblo con la belleza de un arrastrado o de una veladura magnífica, me olvido de que estoy viva, siento el placer que se siente al introducir el cuerpo frío en una bañera de agua templada.