Oposición

Aunque en realidad, mi miedo iba más lejos que eso. Era un miedo a mí misma.

O a lo mejor, pensé, me estaba convirtiendo en quien verdaderamente era.

Beni me habló del síndrome de ansiedad inversa, un fenómeno psicológico propio de los opositores consistente en que el malestar se manifiesta en el momento más ilógico de todos. ¿Y cuál es el más ilógico?, preguntó. ¡Después del examen, tras el aprobado!

yo no sabía cómo corresponder a todo ese entusiasmo.

Yo misma, ¿cómo estaba allí? ¿Obligada o por voluntad propia?

Como si hubiésemos bajado juntas a un lugar prohibido, hubiésemos abierto la puerta y luego, asustadas por nuestra osadía, hubiéramos vuelto otra vez a la superficie, fingiendo no haber visto nada.

Eso es lo que recomiendan los preparadores de oposiciones, me recordó: no estudiar el último día, pararlo todo, vaciar la mente.

No pasa nada por escoger otro camino, ¿sabes?

Es una vida extraña, dijo, solo hay que entrar en ella y asumirla, pero una vez que se asume puede servir, a mí me sirve.

Miedo a pasarme la vida atrapada en un edificio como ese. A que la monotonía se convierta en costumbre y después en necesidad.