Cuando uno experimenta tanto placer en no ser, sólo puede satisfacer plenamente su inclinación renunciando a vivir. De ahí que sea exacto el paralelismo que Hartmann cree observar entre la evolución de la conciencia y el debilitamiento de la voluntad de vivir. La idea y el movimiento son, en efecto, dos fuerzas antagónicas que progresan en sentido contrario y el movimiento es vida. Se ha dicho que pensar impide obrar y, por lo tanto, impide vivir. El reino absoluto de la idea no puede establecerse, ni mantenerse, porque es la muerte.