El sistema es mucho más listo que nosotros y se alimenta de masticar nuestras ilusiones: «Si este sujeto apostara por iniciar el largo camino hacia un trabajo intelectual en el ámbito académico, creativo o cultural, pronto descubriría que su entusiasmo puede emplearse como argumento para legitimar su explotación [...] o su apagamiento crítico, conformándose con dedicarse gratis a algo que orbita alrededor de la vocación, invirtiendo en un futuro que se aleja con el tiempo, o cobrando de otra manera (inmaterial), pongamos con experiencia, visibilidad, afecto, reconocimiento, seguidores y likes que alimenten mínimamente su vanidad», escribe una magnífica Remedios Zafra en El entusiasmo.