Ella tomó su rostro entre sus manos y lo besó, brevemente, egoístamente, aunque sólo fuera para grabarlo por completo en su memoria. La sensación de sus labios, suaves contra los suyos. La forma en que su respiración se agitaba, sin importar cuántas veces lo hubieran hecho. El agradable frío de su piel bajo su tacto. El aroma de las plantas perennes y el aire fresco. No le trajo ningún alivio cuando se sintió tan definitivo... y tan insuficiente.
Esto fue una despedida.