Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste…” (Salmos 8:3)
“Obra de Tus dedos.” No de las manos. De los dedos. Usamos los dedos para hacer cosas pequeñas. Cuando vamos a enhebrar el hilo en una aguja, por ejemplo, usamos la punta de los dedos. Todo lo que vemos es obra del dedo de Dios. ¡Imagínese si Dios pone uno de esos dedos en su vida!
Sin embargo, incluso así, muchos continúan inseguros y miedosos. Si decide aliarse con alguien así de grande, ¿hay algo a lo que podría temerle? David creía que no: “El SEÑOR está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre (Salmos 118:6) y “El SEÑOR es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? El SEÑOR es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmos 27:1) Dios concuerda con él: “Yo, Yo Soy vuestro Consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor de los mortales y de los hijos de los hombres, que es como el heno?” (Isaías 51:12).