Cartas de Emily Dickinson: un campo minado

Perdona las Lágrimas derramadas si bien pocas, pero esas pocas, demasiadas, pues ¿no es cada una un Mundo?

Usted amablemente pregunta por mis Brotes y Libros – He leído poco recientemente – la Existencia ha dominado a los Libros. Hoy ultimé un Hongo –
Sentí como si el Césped se alegrara
De alojar intermitencia.
Este Retoño Subrepticio
Circunspecto del Verano.

Sin ser Rosa, me sentí florecer
Sin ser Ave – en el Éter cabalgué.

El Vesubio no habla –el Etna– tampoco [Vuestros] uno de ellos –pronunció una sílaba –hace mil años, y Pompeya la oyó, y se escondió para siempre –

El Vesubio no habla –el Etna– tampoco [Vuestros] uno de ellos –pronunció una sílaba –hace mil años, y Pompeya la oyó, y se escondió para siempre – N

“Esa flor que nunca crecería en otros climas”.

La Muerte no puede saquear ni con la mitad de rapidez lo que el Fervor puede recobrar–

pudiera existir una nueva ternura, sería para ti; pero el corazón está lleno –otro latido lo partiría en dos

Acaso la distinción que implica el Afecto no alcanza con todo su Ámbito?

Mano que cortó el Trébol* – es lo que busco, y soy