Esta herida llena de peces

Nunca pensé tener un hijo. Parir amarga y cierra a las mujeres, las convierte en madres egoístas, cangrejos impenetrables que se esconden en un exoesqueleto desde el que atacan con tenazas afiladas. Madre o mujer; a ninguna madre se le perdona que quiera ser mujer después de un hijo: arreglarse, ir a bailar a una caseta, pintarse la boca está prohibido

porque ella es la madre, la dueña.

. De dientes para afuera es idílico. Las madres naturales dicen que nada es tan grande, que lo que sentimos el resto de humanos no alcanza, es pequeño, insignificante.

Ese oficio lleno de despedidas le hace daño. O lo hace más fuerte.

la madre que le doy lo deja ser niño.

Le doy una madre al niño todos los días. Se la entrego envuelta en los vestidos que me pongo para ir al mercado.

Quizá se siente confundido por tantas pausas en el camino que vive como “llegadas”. Se entrega a cada lugar como si fuera a quedarse para siempre y cuando es hora de irnos jura que volverá con más tiempo.

Caerse es un juego que incluye lágrimas y raspones que los enorgullecen.

Una mujer se convierte en madre cuando su bebé chilla por primera vez, cuando aprueban los documentos de adopción, cuando alguien deja un niño encima de su cama como si fuera una flor marchita. Llega. Ser madre es algo que llega.

El ritual no empieza ni termina, sucede en medio del dolor. Es la segunda vez que me aplican el secreto.