había intercambiado cosas con otros jóvenes, pero nunca corazones, y aunque todavía no planeaba cederle esa parte a Dante, comenzaba a comprender que los corazones pueden entregarse poco a poco, incluso sin darse cuenta. Que, a veces, solo una mirada o un inusual momento de vulnerabilidad como el que Dante acababa de compartir con ella eran suficientes para robar una fracción de un corazón.