Hoy puedo reconocer que, en realidad, leer me empujó a decisiones que podrían ser pensadas como emancipatorias. Nunca experimenté discriminación de parte de mis amigos; la verdad es que eso no era posible en el interior de la estrecha comunidad que habíamos formado. Pero también sé que transitaba por un espacio quizás demasiado protegido, a tal punto que no reparaba, o no se hacía visible todavía, la dimensión de la dominación y la exclusión generalizada que acechaba y acecha a las mujeres.