La época de las pasiones tristes

La experiencia de las desigualdades es una experiencia moral.

En efecto, la posición de víctima se percibe como un renunciamiento a la propia dignidad y a la propia capacidad de acción.

Cuando las historias de vida están menos “programadas” que épocas pasadas, los accidentes, las enfermedades y los reveses de la fortuna terminan por desempeñar un papel importante, aunque este quede relativamente borrado por las regularidades estadísticas.

Las diferencias más decisivas obedecen a las orientaciones políticas de los individuos más que a su posición social. Los votantes de izquierda denuncian las desigualdades con más ganas que los de derecha, pero los votantes de extrema derecha las critican aún más. Los votantes de izquierda denuncian a los ricos, en tanto que los de derecha denuncian más a los pobres y a quienes “abusan” del Estado de bienestar.

La economía moral de las injusticias se desplaza entonces hacia los individuos y su responsabilidad.

En ese sentido, el régimen de desigualdades múltiples no es una crisis, un mal momento que hay que pasar, sino un rasgo estructural de nuestras sociedades.

De la misma manera, el hecho de haber heredado un bien, aun modesto, crea desigualdades crecientes al cabo de una trayectoria de vida entre hogares con los mismos salarios: no se paga alquiler, se toman menos préstamos para la compra de la vivienda, se hacen inversiones financieras más rentables que los salarios.
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Al término de una trayectoria, las pequeñas desigualdades de herencia pueden convertirse en grandes desigualdades de patrimonio.

Las clases populares no solo votan menos, sino que ya no votan mayoritariamente a los partidos que proclaman representarlas.

Si bien Bourdieu postuló que la escala de los gustos culturales era isomorfa con las jerarquías sociales, la sociología del consumo actual pone en evidencia lógicas “omnívoras”. Los individuos componen sus propios gustos con préstamos de los diversos registros de la cultura: a alguien pueden gustarle a la vez la ópera, el rap, el fútbol y los reality shows.
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Así, como bien saben todos los “creativos” del negocio de la publicidad, lo que ayer era “distinguido” se torna “vulgar” hoy, no bien las categorías inferiores se lo apropian.