Que Ana Gregoria manda decir que la tengo que ir a buscar, le digo no sabiendo del todo qué es lo que significa ese mensaje. Mi mamá se sienta lentamente en el sillón que hay junto al escritorio. Se mira las manos y parece derrotada, cosa que nunca he visto en ella, porque mi mamá nunca pierde, nunca cede, nunca se rinde. Vi una señora, ma, delante mío, cuando cogí este libro del papá. Se lo acerco, pero ella no lo mira. Una señora negra, con el pelo muy cortico, casi rapada, rodeada de moscas. No sé cómo supe que se llamaba Ana Gregoria, ni cómo supe qué fue lo que me dijo, porque no movió la boca, le explico, pero creo que no es necesario. Te abrieron los ojos los poderes, me responde, aunque yo apenas la escucho.