iba a vivir con él, había vaciado la mitad de su armario y una cómoda para que yo tuviese espacio para dejar mi ropa, que había ido llevando a escondidas cuando iba a visitarle. El piso, que antes había sido demasiado masculino para mi gusto, se había convertido en un sitio más alegre: habíamos ido juntos a comprar unos cojines de colores y le había obligado a cambiar las sábanas oscuras de su habitación por otras blancas y mucho más acogedoras. Nick estaba encantado, claro, por él como si le pintaba el piso de color rosa; mientras estuviese ahí con él le daría igual. Me había llevado algunos de mis libros preferidos,