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Fabio Morábito

Delante de un prado una vaca

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  • Jesús Esquivelfez uma citaçãohá 23 dias
    los labios sólo ávidos de labios
  • Rafael Ramosfez uma citaçãohá 10 meses
    Mundo en ayunas, ¿a qué sabes?
    Poder hacer una única ingestión que dure de por vida,
    que con un solo almuerzo nos alcance
    y tener toda la vida para digerirlo…
    Tener un grado de asimilación inmenso,
    saber que todo se digiere
    y lo perdido da un rodeo y regresa.
    Por eso escribo: para recobrar
    del fondo todo lo adherido,
    porque es el único rodeo en el que creo,
    porque escribir abre un segundo estómago
    en la especie.
    El verso con su ácido remueve las partículas
    dejadas por el plancton de los días
    y a mí también, como el cetáceo,
    me sale un chorro a veces,
    una palabra vertical que rompe el tedio de los mares
  • Rafael Ramosfez uma citaçãohá 10 meses
    COMO DELANTE de un prado una vaca
    que inclina mansamente la cabeza
    y sólo la levanta para contemplar su suerte,
    o una ballena estacionada justo
    en la corriente de una migración de plancton,
    a veces me sorprendo estático
    y hundido, estacionado
    en medio del gran prado del lenguaje.
    Pero no tengo dos estómagos
    y hasta la vaca busca, cata, escoge,
    separa cierta hierba que le gusta,
    no es un edén el prado, es su trabajo,
    y la ballena, cuando come el plancton,
    separa las partículas más gruesas,
    se gana el pan diario, su inmenso pan,
    buscándolo en el fondo de los mares,
    después emerge, expulsa el diablo de su cuerpo
    y vuelve a sumergirse sin saber
    si come el plancton o lo respira.
    No es fácil ser cetáceo ni rumiante
    y yo no tengo doble estómago, y con uno
    hay que escoger, no todo sirve,
    sólo la poesía no desecha,
    ve el mundo antes de comer
  • Rafael Ramosfez uma citaçãohá 10 meses
    MIRO EN LA TELEVISIÓN un elefante
    herido, rodeado de leones
    que se lo están comiendo.
    No hay en la tierra un animal
    que pueda darle una muerte buena.
    Corren suerte las gacelas, las cebras y los ñus:
    el cuello quebrado, la asfixia
    y el alivio. El elefante, en cambio,
    es devorado vivo por la horda
    que entre un bocado y otro
    se trepa en él y otea la lejanía.
    Les da lo mismo
    que esa cosa enorme respire aún
    y él, narcotizado por el miedo,
    explica el locutor,
    tal vez no sienta los mordiscos,
    pero no estoy seguro.
    Desmantelado a plena luz,
    no hay nada que lo una a sus verdugos,
    como sí une, entre nosotros, la tortura,
    en que se lee el dolor del torturado
    y se le acosa ahí, donde más sufre.
    Un diálogo bestial, perverso pero humano.
    Aquí la pura extracción de partes,
    el vándalo saqueo,
    la injuria de las vísceras que asoman,
    perder sentido trozo a trozo,
    perder la especie sin perder los ojos,
    que son, conforme el resto es deglutido,
    un ojo más y más ajeno al otro
    y cada uno cada vez más puro,
    casi un oasis de palmeras en el polvo
  • Rafael Ramosfez uma citaçãohá 10 meses
    AÑOS HA que no me topo
    con albinos,
    los mártires del sol,
    los que se cuecen de por vida a fuego lento.
    Casi ciegos de día, repelentes
    para algunos,
    sin melanina defensiva,
    la noche es su único pigmento.
    Los que viven en los climas fríos
    no llaman la atención
    recortados sobre un fondo de nieve,
    pero tarde o temprano los descubren.
    ¡El miedo al albinismo de los nórdicos,
    que sienten una afinidad de base
    con las personas que carecen de pigmentos!
    ¡La mala fe del rubio ante el albino,
    que no tienen los indios de la selva,
    donde el albino junta la luz a raudales
    como un panel solar y emite
    de noche una blancura
    que es un atisbo de alumbrado público!
    Más de una tribu en el fondo del follaje
    quisiera un ser así, de cuarzo,
    una pila viviente, un acumulador
    de keroseno humano,
    un héroe diamantino
  • Rafael Ramosfez uma citaçãohá 10 meses
    PERDER UN AVIÓN no importa,
    duele perder un vuelo,
    volver del aeropuerto
    sin haber aterrizado,
    deshacer una maleta intacta,
    aunque no tan intacta,
    porque toda camisa que se dobla,
    aunque regrese abotonada y pulcra,
    está marcada por el viaje
    y no se sabe si plancharla o no.
    El alma igual: no vuelve idéntica
    después de un cielo que se aborta,
    el verdadero yo cruza el Atlántico
    aunque el destino era más próximo,
    porque quien pierde un vuelo pierde
    un viaje a las antípodas del globo.
    He ido a recogerme
    al aeropuerto,
    he ido a recoger a alguien
    que, sorpresa, era yo mismo,
    y me he traído a casa para descansar.
    Me tenderé, porque tendido
    la sobrecargo olvidará mi asiento,
    se borrará mi nombre de una lista negra
    y mi inconsciente, quizá, olvide lo demás.
    Volver, no sólo estar de vuelta,
    es el deseo de todos los que viajan,
    y no hay como volver del aeropuerto como espectro,
    sintiendo la injusticia del taxímetro
    que cobra igual que a un vivo,
    volver de incógnito, a hurtadillas,
    como un marido con sospechas,
    para saber que bien a bien no se despega,
    que una camisa siempre tiene arrugas,
    que una maleta no se llena nunca
    y nadie cruza en serio el Labrador
  • Rafael Ramosfez uma citaçãohá 10 meses
    LO QUE SE MUEVE cuando tiembla:
    la lámpara del techo,
    la puerta sobre sus ejes,
    el lápiz sobre la mesa.
    También he colgado un juguete
    de bebé que se agita al menor soplo.
    Son las alertas
    que me protegen del temblor
    como amuletos.
    Porque vivimos, dicen los expertos,
    sobre una falla, la famosa falla.
    Las placas tectónicas se frotan allá abajo
    y una ruptura es inminente.
    Y eso ¿cómo afecta nuestro estilo?
    ¿Lo hace más áspero o más fluido?
    ¿Es la escritura el sismógrafo más fino?
    ¿Ayuda a la metáfora este suelo?
    ¿Somos poetas sólo por pisar en falso?
    La poesía, ¿es una falla del lenguaje
    de la que sale un magma ardiente?
    ¿Qué están tratando de decir las placas?
    Sólo el peligro del temblor redime estas palabras.
    Sólo porque una falla existe en nuestras vidas
    se aguanta a quien escribe
  • Rafael Ramosfez uma citaçãohá 10 meses
    Hablo de un Fiat 600 de dos puertas
    y de un camino de subida
    un día de primavera
    antes del mayo revoltoso.
    Las condiciones, ma, eran idóneas
    –tú hermosa y con mi padre
    enamorado locamente aún–
    para acabar de resolver
    el acertijo del embrague,
    la metafísica del cambio de velocidad,
    y conducirnos suavemente,
    curva a curva, hacia la cumbre,
    mientras mi hermano y yo en el auto de mi tío
    contábamos las vueltas de tu ascenso,
    que se deshizo como el mayo aquel
    de la revuelta en humo,
    un puro gesto que absorbió el paisaje.
    Quizá dos décadas después
    al irte de la casa completaste
    ese camino de subida.
    Quizá quedaste herida y no te diste cuenta.
    Fue, como sea, el cambio de velocidad más arduo,
    el acertijo más difícil de zanjar
    en esa nueva primavera de tu vida.
    Tienes aún el pie pisando el acelerador
    y un mirador te espera en lo más alto
  • Rafael Ramosfez uma citaçãohá 10 meses
    Mensajera de otros tiempos,
    tú penumbrosa, homónima
    de otra que ya olvido,
    descubro hoy que sí te quise,
    encadenado yo también a otras pisadas
    y ciego a tu lealtad de corredora.
    Tenías muy buenas piernas
    y nadie de nosotros se atrevía a admitirlo.
    En medio de la paja del encanto
    de tu amiga
    en ti alumbraba esa hermosura de lo feo
    de mis mejores versos,
    un estilo que habría de ser el mío,
    maestra hallada hoy
    después de tanto tiempo y pienso
    que todos en algún lugar
    de nuestro cuerpo o espíritu tenemos
    una nariz de gancho
    o un labio leporino,
    pero unas buenas piernas
    para agotar de joven todas las carreras
    y adelgazarse como rama
    que guarda su secreto con fervor,
    sólo unos cuantos, y tú entre ellos.
  • Rafael Ramosfez uma citaçãohá 10 meses
    Sandra la guapa carecía de apodo,
    la otra contaba con un alud
    de sobrenombres. El más famoso:
    Passasinghiozzo,
    porque, por fea, cortaba el hipo.
    Fui novio varias veces de la guapa,
    o sea que conocí a Passasinghiozzo
    íntimamente y de las dos
    es ella a quien extraño.
    Tú eres su preferido,
    me decía mirándome a los ojos
    con su nariz ganchuda,
    de un modo que dejaba ver
    la frase que latía en segundo plano:
    tú eres mi preferido.
    ¿De verdad me quisiste,
    Passasinghiozzo resignada
    a amar con las palabras de tu amiga,
    como quien sólo pisa otras pisadas,
    o tú también dijiste un día “te amo”,
    y a tu nariz, tu célebre nariz que odiaste
    en tu niñez y adolescencia,
    con los años, la madurez, el sexo y un marido,
    le hallaste al fin su gracia?
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