La muerte feliz

veinte años sin poder llevar a cabo la experiencia de cierta felicidad. Esta vida que me devora no la habría conocido del todo, y lo que me asusta de la muerte es la certidumbre que traerá consigo de que mi vida se ha consumado sin mí. Al margen, ¿se da cuenta?

Habría podido tener un alojamiento más confortable, pero le tenía apego a esa casa y a su olor a pobreza. Allí, por lo menos, se reunía con lo que había sido y, en una vida de la que voluntariamente intentaba quedarse al margen, ese cara a cara sórdido y paciente le permitía seguir remitiéndose a sí mismo en las horas de tristeza y añoranza.

Entre aquel tuberculoso plácido y Emmanuel, rebosante de canciones, oscilaba a diario su vida, entre olor a café y a alquitrán, apartada de él y de su interés, ajena a su corazón y a su verdad. Callaba acerca de las mismas cosas que en otras circunstancias lo habrían entusiasmado, puesto que las estaba viviendo, hasta que se veía solo en su cuarto y recurría a todas sus fuerzas y su precaución para apagar la llama de vida que ardía en él.

habían vivido lo suficiente porque no habían vivido nunca.

que la felicidad que buscaba hallaba sus condiciones en levantarse temprano, tomar baños con regularidad y observar una higiene consciente.

he entendido que actuar y amar y sufrir es vivir, efectivamente, pero es vivir en la medida en que somos transparentes y aceptamos nuestro destino, como el reflejo único de un arco iris de alegrías y de pasiones que es igual para todos.

No haría de mi vida una experiencia. Sería yo la experiencia de mi vida.

Conocer los límites del propio cuerpo, en eso consiste la auténtica psicología. Por lo demás, carece de importancia. No nos da tiempo a ser quienes somos. No nos da tiempo a ser felices. Pero ¿le molestaría aclararme esa idea suya de la impersonalidad?

No me gusta hablar en serio. Porque entonces sólo hay una cosa de la que sea posible hablar: la justificación que le damos a la propia vida.

todos ellos temían la muerte porque sancionaba una vida en que no habían participado. No habían vivido lo suficiente porque no habían vivido nunca.