A lo largo de las décadas, el imaginario colectivo en España y Europa sobre el presente —pero también futuro— del pueblo palestino se ha visto enormemente influenciado por una narrativa hegemónica, la del “conflicto” palestino-israelí como un conflicto etnonacional y etnorreligioso. De acuerdo con esta, la única interpretación de la situación apunta a la existencia de un enfrentamiento, determinado por una dualidad y cuasi-simetría permanente, entre dos pueblos que desde hace décadas, apoyándose en la Historia, aspiran a convertirse en Estados-nación, ambos con los mismos derechos sobre el territorio del antiguo Mandato británico de nombre Palestina2. Así, la posibilidad de una separación territorial completa entre judíos y palestinos en Israel/Palestina, o al menos entre Israel, por una parte, y Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza por la otra, encuentra su justificación en un marco de resolución de conflictos de carácter etnonacional que obliga a la separación total entre estas sociedades marcadas por siglos de animadversión mutua. Esta versión ignora por completo la posibilidad de que el “conflicto” tenga otros orígenes o explicaciones, que a su vez han derivado en altas dosis de violencia