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Selva Almada

  • martefez uma citaçãomês passado
    Trae el viento la sed de todos estos años.
    Trae el viento el hambre de todos los inviernos.
    Trae el viento el clamor de las cañadas, el campo, el desierto.
    Trae el viento el grito de las mujeres y los hombres hartos de las sobras de los patrones.
    Viene el viento con la fuerza de los nuevos tiempos.
    Ruge el viento, arma remolinos en la tierra.
    Nosotros somos el viento y el fuego que arrasara el mundo con el amor de Cristo.
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    Achina los ojos a ver si así deja de girar. Es peor: se marea y ya no se mueve solo la vuelta al mundo sino todo el mundo.
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    chupando del pico.
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    ción que iban a ver con los changos a la matiné
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    Ninguno iba a poner el pellejo para salvar al rebelde; después de todo, mientras el otro andaba por ahí divirtiéndose de lo lindo, ellos tenían que quedarse flotando en el limbo tufiento de la pieza.
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    Marciano debe hacer un esfuerzo titánico para darse vuelta. Quiere sacar la cara del barro y ponerla más cerca del aire fresco del amanecer a ver si así consigue meter un poco de ese aire, nuevo, recién nacido, adentro suyo. El tiempo es oro, dicen; pero el que le queda ni eso, su tiempo son las últimas monedas en el fondo de un bolsillo.

    Vamos, chamigo, vamos, piensa.

    Se acuerda de su padre, como si lo viera, alentando al Dago, el galgo campeón, en las carreras de perros. Marciano no tenía más de cuatro años y Miranda lo llevaba con él a todas partes: a los bares, a las partidas de mus y a las carreras de galgos, pese a las protestas de la madre.

    —Déjamelo acá al nene, andate vos solo, Miranda, dejá a la criatura tranquila
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    Reírse con la boca llena, fuerte y alto hasta que el vecino se asome, desgreñado, con restos de siesta en la jeta.

    —Te voy
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    —¡Vamos, vamos, changuito viejo y peludo, vamos que usted puede! ¡Vamos, mi hijito!

    Marciano levanta la cabeza lo poco que puede. A menos de un metro lo ve a su padre, agachado, con el Jockey ardiendo entre los labios. El olor varonil llena la mañana apenas estrenada.
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    Estela Miranda se despertó de madrugada. Antes estaba soñando con el carnaval. Estaban a fines de diciembre y, esa noche, había estado bordando los trajes de la comparsa Ara Sunú hasta muy tarde. En el sueño y pese a la preñez era nuevamente la reina
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    Estela Miranda sabía que, aunque los hijos se hacen de a dos, una siempre está sola para traerlos al mundo.
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