Julia Wong

Yo escribo once palabras en agradecimiento por haber sobrevivido una metástasis, once de ellas llevan la luz del comienzo y serán las semillas femeninas, once tienen rencor y son una proyección en la penumbra de mi desesperación, son las palabras que alimentan mi diccionario masculino.

la vecina es de tucumán. la vecina me odia. ha tapiado la ventana.no entra luz, todo está oscuro, me ha encerrado. ella se cree dueña de la luz. ella crió a los gatos, luego ellos vinieron a mi casa. después caí, sedienta, sin luz. la vecina debe estar feliz. no tengo labios. no había nadie quien me bese.
no tengo frío ni calor. alguien debería decirle a la vecina que abra la ventana.
así los gatos regresarían por donde vinieron

mi cuerpo se ha desecho para convencerles
soy sedienta en su ciudad
mi cuerpo
ha existido en la medida de sus hecatombes nucleares
y sus inmensos glaciares desparramados
esa señal
ese baile
esas frases, una tras otra
no significan poder ni amor

quiero usar palabras
como
excremento
depresiva
maldita
abandonada
pero él
magnánimo
me trastorna
soy tu mar dice
su mano me aprieta
allí donde duele
dolor de oro llanto azul janeiro
lloro tanto que caen piojos
sapos
sudores
lloro
y si me vieras de tan lejos
desde donde empiezan el origami o los trenes
parezco una lágrima caída
de su párpado gigante
Río de Janeiro está hecho de esas lágrimas
pero se han convertido
en mariposas.

Los otros dos pudieron haberla besado o consolado alguna vez, ninguno podía deducir por qué ella prefirió el mar y la levedad de su nueva condición.
3. Un fogón donde una mujer con tez cara de reina pero con vestidos de enfermera triste, hacía té o sopa y tarareaba

Para nosotros los habitantes de mi pequeño e insignificante país, el mar era todo, allí sembrábamos flores azules, amarillas y malva. Esa era nuestra fuente de vida

Temo a todo, hay voces demasiado incrustadas en mi memoria. Dicen que son entes del infierno que te hacen recordar tu naturaleza infame, voluble. Banal. Me empiezo a desvestir, necesito provocar a alguien. El cuerpo quiere y no quiere ser tocado

No nos podíamos poner de acuerdo cuál Dios nos estaría guiando en el camino

Viajé a Tailandia por tres meses. Me encantan las distancias geográficas como si eso fuera a marcar un hito real y definitorio en una nueva condición, como si cambiar de lugar a cada momento me hiciera renacer. Me diera vida

Y estuve allí mirando el mar cada día y cada noche, a veces me quería meter muy al fondo. Me rascaba la piel con dureza. Para que me doliera algo. Tragaba arena. Hasta tomaba agua casi hasta vomitar. Pero sabía que yo tenía que sobrevivir y contarlo.