Janne Teller

Nada importa. Hace mucho que lo sé.
Así que no merece la pena hacer nada.
Eso acabo de descubrirlo.

¿O qué, Pierre Anthon? ¿O qué?

Entonces fue cuando Pierre Anthon se levantó y dijo:
– Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo.

– Todo da igual -dijo un día-. Porque todo empieza sólo para acabar. En el mismo instante en que nacéis empezáis ya a morir.

»¡La Tierra tiene cuatro mil seiscientos millones de años, pero vosotros llegaréis como máximo a los cien! -chilló otro día-. Existir no merece la pena en absoluto.

No queríamos vivir en ese mundo que Fierre Anthon nos presentaba. Nosotros íbamos a ser algo, íbamos a ser alguien.

– Si valiera la pena enfadarse por algo, también existiría algo por lo que alegrarse. Si mereciera la pena alegrarse por algo, existiría algo que importara. ¡Y no es así!

-Dentro de pocos años, todos muertos y olvidados; os convertiréis en nada, así que también vosotros deberíais ya empezar a practicar.
Fue entonces cuando tuvimos claro que debíamos conseguir que Fierre Anthon bajara del ciruelo.

– ¡Te estás aquí arriba sentado sólo porque tu padre se ha quedado colgado en 1968! -

¡Y mejor estar sentado en la nada que en algo que no es nada!