Después de la conversión, necesitamos ser cascados para que las cañas sepan que son cañas, no robles. Incluso las cañas necesitamos ser cascadas debido a los remanentes del orgullo que hay en nuestra naturaleza y para hacernos ver que vivimos por misericordia. Esa cascadura puede ayudar a los cristianos más débiles a no desanimarse en demasía al ver a los que son más fuertes agitados y cascados. Pedro fue cascado de esta manera cuando llegó a llorar amargamente