Leticia Martin

Después, una vez en casa, sueño que expulso a mi feto por la boca, que lo veo entero en el fondo del inodoro, completo, con su cabeza enorme, sus manos y sus piernas.

Después, una vez en casa, sueño que expulso a mi feto por la boca, que lo veo entero en el fondo del inodoro, completo, con su cabeza enorme, sus manos y sus piernas.

Después, una vez en casa, sueño que expulso a mi feto por la boca, que lo veo entero en el fondo del inodoro, completo, con su cabeza enorme, sus manos y sus piernas.

Lo que me neurotiza es la idea del cambio. La posible modificación de mi cuerpo, la anticipación casi obligada de lo que podría sucederme, de pronto, si el exceso de estrógenos terminara feminizándome. Quiero ser padre, no quiero ser mujer.

Desde que las mujeres dejaron definitivamente de engendrar, la naturaleza arremetió con su más violenta fuerza. Varones debilitados y antipatriarcales sintieron la necesidad de transformar sus cuerpos, feminizándolos.

Quiero que mi hijo vea en su padre a un hombre, una vez que concluya su segundo período de gestación fuera de mi cuerpo. No soporto a quienes confunden paternidad con transexualidad o utilizan a ésta como excusa para mostrar su indefinición sexual.