Con una energía que corresponde a unas 200 toneladas de peso, la violencia redirigida de un huracán puede tirar violentamente del pie del tronco.[9] Si en cualquier parte del árbol existe un punto débil, se producen desgarros y, en el peor de los casos, la rotura del tronco y, con ella, la de toda la copa. Los árboles con una forma equilibrada amortiguan las fuerzas incidentes también de forma equitativa repartiéndolas por todas las partes del árbol.