el inconsciente, que brinda (a nuestras espaldas) forma concreta a nuestras obsesiones o a los traumatismos de la vida cotidiana, representa para el artista una herramienta de predilección, un modelo operatorio, una exforma típica. El arte de nuestro tiempo se inscribe, por consiguiente, en la prolongación de la polémica en torno a la metáfora más adecuada para describir el inconsciente