Karla Zárate

El hombre, a lo largo de la historia, ha sido sádico y cruel, obtenemos placer del dolor y de la humillación del otro

El ayuno y comer hasta el hartazgo no son prácticas tan distintas. En ambos hay castigo y, quizás, arrepentimiento

La gula no es sólo comer cuando ya estás satisfecho o saciar por saciar.
Es ir a una heladería y probar todos los sabores, aunque no te gusten.

Es cogerte a alguien nada más porque sí.

Es comer sin que te suenen las tripas por hambre.

Es seguir bebiendo después de vomitar de borracho.
Es matar por el gusto de matar

Morir, al fin y al cabo, es despojarse de todo, hasta del nombre y apellido, te llames como te llames.

Lo malvado y lo benévolo viven en una constante lucha.
–¿Alguno de los dos vence? –quise saber.
–El que alimentas

El insomnio es el ruido que hacen en tu mente todas aquellas palabras que no alcanzas a decir. O bien, las acciones que no llegas a hacer

muerte es la materia de la vida, el sabor picante de la salsa de los tacos, la risa de la pelona, la burla a los soberbios y pomposos, la trompetilla al final del homo sapiens.

Dejé de tenerle miedo al Cristo sangrante con la corona de espinas hiriéndole la frente, las costillas asomándose por un costado entre la carne abierta o a los santos con la boca y los ojos suplicantes que miran hacia el cielo en busca de perdón.

Sentía por dentro arañazos, mordidas y chingadazos, cómo yo jugaba con sus órganos, tocándolos, pellizcándolos. Se sacudía sobre su cama, húmeda no sólo por las goteras sino por la fuente que ya se había roto y la sanguaza que brotaba de su vagina.

Cocinero, en palabras menos excéntricas, es quien guisa y condimenta por oficio y profesión, y en eso me convertí.