Se ha dicho que si el zen forma parte de la vida de un hombre, éste se ve libre de temor, duda, anhelos innecesarios y emociones extremas. No le turban ni las actitudes intolerantes ni las acciones egoístas. Uno sirve a la humanidad humildemente, respondiendo a su presencia en este mundo con una amabilidad afectuosa y observando su paso por la vida como un pétalo que cae de una flor.