Por lo demás, en la obra de Hegel, y esto no es únicamente dialéctica formal, se pone un mayor énfasis que en la de Schopenhauer en la bienaventurada fertilidad del sufrimiento humano cristiano. No se trata del sufrimiento en sí mismo, y tampoco del sufrimiento destructor en el que ya nada puede tener lugar, sino, por así decir, de un sufrimiento todavía soportable que permite a quien lo sufre utilizarlo en su favor. Resulta, pues, un magnífico antídoto contra la banalidad, es decir, contra la mísera fidelidad del individuo completamente superficial, contra el convencional keep smiling detrás del cual no hay nada, contra la inmensa necesidad de reír del populacho moral y, sobre todo intelectual, en el cine y en el teatro y que deshonra una de las cosas más valiosas del mundo: el humor.