Entonces he comprendido que mi hijo estaba en el umbral, en el mismísimo umbral. Hace ya tiempo que la cosa ruge y se gesta en su interior como un virus, que opera en cada célula de su cuerpo aunque no resulte perceptible a simple vista. Mathis todavía no es un adolescente, o, mejor dicho, no se le nota. Es un asunto de semanas, tal vez de días.