Rosa Cuadrado Salinas

Santiago Beruete, un sabio al que admiro, abre su Jardinosofía citando un proverbio árabe: «Un libro es como un jardín que se lleva en el bolsillo». No recuerdo un solo viaje en el que no me acompañara una maleta con libros, así que siempre he peregrinado rodeada de flores. Un amor así no solo se esconde tras las páginas de un libro, sino también en esos lugares asombrosos que dan cobijo a tantos sueños, las librerías.

«La magia del libro transforma nuestra realidad cotidiana; cuando leemos, ¿acaso no vivimos la vida de otras personas, no miramos con sus ojos, no pensamos con su cerebro?», decía Stefan Zweig.

Vermeer me conmueve en su búsqueda de esa luz que es también mi propia búsqueda

, como dijo José Saramago, «somos la memoria que tenemos»,

Me pregunto si los que tenemos un corazón azul somos más propensos a la nostalgia que aquellos que poseen uno verde, amarillo o anaranjado. ¿Somos inevitablemente presas de la saudade? El mar es deseo, pero también despedida

En Lisboa tiene dedicada una calle para que no se nos olvide que cuando estamos allí caminamos por y entre ella.

Según The London Bookshop Map en Londres hay más de cien librerías (con sus correspondientes embrujos, añadiría yo).

Cómo no, una placa da testimonio de aquella estancia: «George Orwell writer (1903-1950) lived and worked in a bookshop on this site 1934-35». Orwell haría uso de su experiencia en esta librería para escribir Keep the Aspidistra Flying (Que no muera la aspidistra), publicada en 1936. Aparentemente esta planta de interior soporta lo insoportable y es capaz de vivir en las condiciones más adversas y, por lo visto, Orwell se identificaba bastante con esta: en su artículo Bookshop Memories narra con un ácido sentido del humor su paso por este curioso lugar.

Fue allí, en el número 38 de Brunswick Square, donde vivieron entre 1911 y 1912 y repartidos en distintas plantas, nada menos que Leonard y Virginia Woolf, Adrian Stephen, Duncan Grant y John Maynard Keynes; el grupo de Bloomsbury casi al completo. Aquí Leonard y Virginia Woolf se comprometi

comprometieron el 6 de junio de 1912, tal y como consta en una divertida e informal nota manuscrita de Virginia en la que se puede leer, junto a los nombres de ambos, «Ha! Ha!».
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