El sociólogo Norbert Elias considera inevitables estas reacciones que hemos metabolizado hasta automatizarlas. La humillación y la ansiedad social son rastros conspicuos del proceso civilizatorio. Aprender a aceptar nuestra posición más o menos elevada, dice Elias, conforma, construye y sostiene la estructura del poder y la ley. En otras palabras, mi sensación de ineptitud no se limita a dañarme, sino que también salvaguarda el status quo, y permite una cierta ceguera a cuanto subyace más allá de la memoria que el cuerpo conserva del poder.