por el contexto como por su personalidad, Pío IX presenta una imagen paradójica: es considerado el papa del enroque tradicionalista y antimoderno por excelencia, pero es también, sin embargo, el papa que inserta a la institución en algunas lógicas modernas que favorecieron su supervivencia. Es, en este sentido, el papa que proclama, en el contexto del Concilio Vaticano I, su “infalibilidad” y el papa que condena las herejías de la modernidad, fundamentalmente su concepción de libertad religiosa, señalando los errores modernos en el famoso Syllabus Errorum.