Lo primero que veo son sus anchos y trabajados hombros, de los cuales descienden los músculos de sus brazos. Las venas sobresalen de su piel y toma todo de mí apartar la mirada. Pero es un grave error, porque ahora miro su pecho: esos pectorales no se consiguen en cualquier tienda, y es notorio que sus definidos abdominales tampoco lo hacen. Y, para finalizar, contemplo la V de su cadera que se pierde en las más recónditas pulgadas de sus pantalones de gimnasia.