seguir el pensamiento de Silvia, éste se transforma en algo novedoso en nosotros. Y esa sensación, tal vez fugaz, pero intensa, es la misma que puede sentir cualquier profesional “psi” que trabaja en transferencia, con el pensamiento. Esos momentos fugaces en los que el pensamiento del paciente (y el del terapeuta, en esa creación asimétrica pero compartida) se ilumina y algo se crea allí, algo que antes no estaba. Eso provoca una sensación extraña, intensa, ¿de felicidad?, de placer del pensamiento. Creo que Silvia lograba eso, casi a la manera de una intervención.