José Adiak Montoya es un escritor nicaragüense que en 2021 fue elegido como uno de los mejores narradores de su generación por la revista Granta; estoy de acuerdo, sumergirse en esta novela requiere de un momento de introspección del que a mí nadie me previno; recordé, por la escenografía, la novela de Víctor Hugo: “El hombre que ríe”, el tono gótico de rostros grotescos en el que se suscriben estos personajes es el punto de partida de una historia bastante inteligente; monstruos obligados a interactuar con un entorno que les es hostil y que sin embargo, deben llamarlo hogar, pero no es la superficie de sus rostros lo que importa, aquí hay algo más que historias monstruosas. Existe un trabajo de reinvención literaria Adiak Montoya retoma la obra de Victor Hugo para ahondarla y densificarla
Primero, la estructura, consta de tres capítulos que evocan las partes de una obra teatral: preludio, intermedio y final. El primero es narrado en 1869 desde la isla de Guernesey, donde Victor Hugo vivió el término de su exilio; el segundo es su vuelta a París en 1870, y el tercedro bvas a tener que descubrirlo, venga, estas reseñas son sin spoilers. Una de las cosas más bonitas del libro son las referencias a otras obras clásicas, europeas y latinoamericanas, por ejemplo, la presencia de un mercado que se come a una ciudad: un guiño al cuento Casa tomada, de Julio Cortázar, una suerte de antigentifricación que no le caería nada mal mi querida CDMX.
Frente a la embestida del mercado fagocitario, solo una casa se mantiene en pie: la de Merse Reyes, un ciego que parece ver lo que se le niega a nuestra luminosa mirada, tiene un taller de máscaras en la que trabaja y da cobijo a tres monstruos hecho de cola, escamas y pústulas, cada uno y en orden, sus nombres son: Gottwald, Levert y León. Una mañana, ellos encuentran el libro de Gwynplaine, “El hombre que ríe” de rostro caricaturesco y que, miserable, es forzado a una sonrisa eterna en forma de mueca marcada a cuchillo en su infancia por un grupo que contrabandea niños, y que ahora busca venganza defendiendo a los oprimidos.
Si me lo permites, definiré este libro como: justicia poética, porque lo más interesante que plantea es el alcance que una obra de arte puede tener, la literatura es, por decir lo menos, inconmensurable, puede abarcar todo tipo de posibilidades, en torno a lo que se sugiere y al deseo del autor.