Ante análogo resultado nos encontramos si reducimos el compás de lo público a lo privado, de la política a la crónica. Víctimas y verdugos; estos últimos, sustanciados en perfiles que los identifican, en vez de con los actos que cometen, con un carácter, una naturaleza, un destino, una descripción definida que se convierte en nombre común y casi propio: el pedófilo, el acosador, el homófobo, el racista, el ogro, la panda.