Tu padre había sido la ausencia. Los «¿Dónde está?», «¿Cuándo va a llegar?», «¿Está enfadado?». Una ausencia que tú trataste de llenar con su perfume, con su ropa demasiado ancha para ti, esa ropa que ocultaba tu cuerpo de chica que tanto le molestaba. Y tus apetitos, que reprimía con sus manazas. Aunque cuando no te pegaba todavía te daba más miedo. No, jamás podrías contárselo.