Claudia González Caparrós

LO DARÉ TODO por un gesto tuyo que me indique

hacia dónde debo seguir,

y me dejaré ir

como los esclavos de Miguel Ángel luchando por

sobrevivirme,

luchando por nacer y por ser

y paralizada en un presente eterno, en un pasado

que me encarrila y que me llena de mí misma, fría en

las cadenas de mi propio cuerpo y en las

limitaciones de mi propia existencia, en todo

LO DARÉ TODO por un gesto tuyo que me indique

hacia dónde debo seguir,

y me dejaré ir

como los esclavos de Miguel Ángel luchando por

sobrevivirme,

luchando por nacer y por ser

y paralizada en un presente eterno, en un pasado

que me encarrila y que me llena de mí misma, fría en

las cadenas de mi propio cuerpo y en las

limitaciones de mi propia existencia, en todo

DECIDÍ ESCRIBIRTE UNA CARTA, aunque

supongo que empiezo a descubrir que todo

lo que escribo son cartas

que a veces no llegan

que casi nunca

llegan

pero que nacen, como toda escritura, de la

urgencia

y del silencio

y eso eres tú también:

una urgencia

un silencio

en una casa que conozco de memoria

es también un ejercicio de renuncia

y eso eres tú también:
una urgencia
un silencio

VENDRÁN ROSTROS DISTINTOS, para mí
y para ti
vendrán rostros extraños y no nos buscaremos
en ellos
—nosotros siendo otros frente a ellos—
y sus manos,
mi amor,
intactas sobre mi piel
como sobre el agua
el aceite

mi ansia de escribir
tu nombre sobre todas las superficies de la
tierra
(te digo voy a recorrerte,
no te asustes,
nunca te haré daño)

todo mi cuerpo, amor, estaba siendo un río mientras te
miraba,
un río que decía y conocía tu nombre,

estaba allí cuando te me rompiste entre las manos como
de las montañas se desprenden las rocas

la huella de lo que ya ha pasado
de la piel que eres tú
incluso cuando el agua va regando la mía
en el interminable ritual cotidiano de borrarte