Antes de hablar de los protagonistas y eventos en el devenir histórico de toda civilización, es preciso mirar el telón de fondo donde se desenvolvieron. El mundo maya de la antigüedad abarcó un territorio aproximado de 360.000 km2, es decir, prácticamente la misma área de la Alemania actual. Rodeada por costas, regada por decenas de ríos y atravesada por cordilleras montañosas, se trata de una vasta región con un exuberante medio ambiente, conformado por una diversidad de ecosistemas. Su ubicación al sur del trópico de Cáncer y al norte del Ecuador le confiere un clima tropical, donde la gloria de las cuatro estaciones de latitudes más septentrionales parece reducirse a sólo dos temporadas tajantemente marcadas: lluvias y secas. No obstante, no faltarían motivos de inspiración a genios de la talla de Antonio Vivaldi e Igor Stravinsky, de haberles sido posible contemplar una puesta de sol, una tormenta eléctrica o un firmamento nocturno estrellado, como sólo pueden apreciarse en el corazón del mundo maya. El menor número de estaciones se ve aquí ampliamente compensado por las posibilidades sorprendentes de variabilidad climática, geográfica y ecológica, en función de la altura sobre el nivel del mar, la proximidad a las costas, el tipo de suelos y otros factores.