Cynthia A. Matayoshi

El goce es implosivo: un impulso eléctrico que se vuelve pastoso, dulce y carnal. La mejor canción del mundo en el mejor momento del mundo, piensa Fran.

. Y después del orgasmo, la nada hermosa como un cadáver. Olor a eucalipto.

Los seres humanos están acostumbrados a vivir con un deseo efímero. El deseo en estado de pureza se gesta como un feto en una bolsa, en la boca de las fantasías. Un feto acuático.

Los humanos no tienen deseo puro. Solo pueden obtenerlo de alguna fantasía. Y para que eso pase deben pagarlo con monedas. No con cualquier tipo de moneda.

Las ballenas no cantan palabras, cantan el silencio del mar. No las teme. Sentada en la cama, escuchando la vibración en las paredes del oído, no las teme. Tampoco las comprende.

Cargo a mi madre en la nuca. No es exactamente el peso de ella, de su cuerpo, sino la parte más perversa de su cuerpo.

Eso son los humanos, son como espejos delicados que se pueden romper.

Shiva es el dios de los deseos. En el origen, antes de que un Ser logre alcanzar alguna forma, hay un deseo. Siempre lo hay. Si el deseo del origen es lo suficientemente fuerte, podrá latir.

Es un espíritu errante que ha viajado años, incluso siglos, por los bordes del mundo, sin encontrar un sentido a su existencia. Son espíritus que se niegan a aceptar la muerte.

«El océano es el único umbral. Si no quieren volver al mundo, no deberían tirarse. Si se arrojan a Shiva él va a darles alguna forma. También lo hace con las fantasías.»