Rosalinda se plantó frente a las cámaras y no parpadeó. Nunca se mostró nerviosa. Al contrario, se comportó desdeñosa y altanera. A la pregunta de un reportero, Rosalinda contestó la frase que la hizo famosa: «Yo corté dedos, pero a mí y a mi gente, en este país de mierda, nos cortaron las alas y los pies». Lo decía una indígena de menos de uno cincuenta de estatura que miraba con fijeza a los fotógrafos sin intimidarse ni por el cerco de policías enmascarados, ni por los flashazos, ni por los padres de las muchachitas victimizadas que anhelaban desmembrarla viva y le gritaban insultos.