Conversación
A José del Val
Nos reunimos a limpiar el lenguaje,
a acicalarnos,
como nuestros abuelos
los primates
se reunían en las ramas
a librarse de liendres y de piojos,
a fraternizar y a curar sus heridas.
Comenzamos a espulgarnos,
a ejercitar la precisión
con tal manía
que nos quedamos lampiños
y nos tuvimos que bajar de los árboles.
Por cada zona desnuda, una palabra,
algo de aire que libra
la distancia engendrada
por la falta de pelo,
una prenda cubriendo una carencia,
un vocablo que suple contactos,
pulgares colectivos.
Conversamos para acercarnos a los otros,
y si hablamos con Dios,
lo hacemos desde la orfandad del pelo,
en el exilio de las ramas
y los saltos;
siempre a su sombra,
sin embargo.