George Steiner

Puede que el arte sea una incapacidad para ver el mundo tal como es, es decir, que sea una evasión en ocasiones patológica, otras veces meramente infantil

intuición –¿hay algo más profundo?–, la conjetura, tan extrañamente resistente a la falsificación, de que existe una «otreidad» fuera de nuestro alcance da a nuestra existencia elemental su tono de insatisfacción. Somos criaturas con una gran sed, obligados a volver al hogar, a un sitio que nunca hemos

Los profetas, los rapsodas, son ciegos, dice la tradición, por su proximidad a la luz.

sean en esencia un intento de respuesta a esta pregunta

Con la fuerza de su autosuficiencia, el hebreo, el griego y el latín se resisten a una transferencia recíproca, pero la exigen al mismo tiempo.

¿Es relevante observar, como hace Trilling, que ciertos escritores –Hemingway es un excelente ejemplo– se vuelven «fatuos o sensibleros» sólo cuando están escribiendo en primera persona?

Siempre alerta a «la distinción de Wittgenstein entre todas las trivialidades de las que se puede hablar y todas las cosas esenciales de las que no se puede», Steiner no se ha esforzado nunca en desdibujar esa distinción.

De la obra de Steiner podemos decir lo que Susan Sontag escribió en cierta ocasión acerca de la de Canetti: «Su obra defiende con elocuencia la tensión, el esfuerzo y la seriedad moral y amoral».

Utilizando los instrumentos del diagnóstico marxista llegamos a una clara visión del dilema modernista. El impresionismo marcó la separación del gran artista y el mundo proletario.

Pero del crisol de la revolución están surgiendo otros modelos de sociedad. En la Unión Soviética se está construyendo «una cultura de los trabajadores». Esta construcción no implica una aniquilación del pasado. Por el contrario, tal y como describe Blunt las enseñanzas de Lenin, una verdadera cultura socialista «se hará cargo de todo lo bueno de la cultura burguesa y lo aplicará a sus propios fines».