—Sé que te resultará difícil entenderlo. No te he contado nada sobre mi
relación con Randy. Si no tienes todos los datos, si no entiendes de verdad cómo es mi madre, no tiene sentido. Pero quiero que sepas que si pudiera, me quedaría contigo. —Me dio un casto beso en los labios y siguió hablando—. Sé que a pesar de lo que te dije, anoche me diste un pedacito de tu corazón. Y aunque he tratado de evitarlo, yo también te di un trocito del mío. Sé que tú también lo has sentido. Quiero que conserves eso como un tesoro. Y cuando algún día decidas entregar el resto de tu corazón a otro hombre, por favor, asegúrate de que es alguien que te merece.
Elec me dio un último beso desesperado. Los ojos me escocían. Cuando me soltó, lo sujeté por la chaqueta, no quería que se fuera. Él esperó hasta que mis manos lo soltaron, y entonces se dio la vuelta y se fue.
Así, sin más, salió de mi vida de un modo tan inesperado como había entrado.
Me quedé junto a la ventana, y deseé no haberlo hecho cuando vi que se volvía a mirarme por última vez antes de entrar en el taxi y llevarse con él ese trocito de mi corazón. La parte que me quedaba estaba hecha pedazos.
Esa noche, muy tarde, mi móvil sonó. Era un mensaje de texto de Elec, con un link.
En el avión se me ocurrió que si cambias el orden de las letras de Greta, tienes GREAT, genial. Greta = Great. En realidad eres increíble. No lo olvides nunca. Esta canción siempre me recordará a ti.
Tardé varias horas en reunir el valor para clicar en el link. La canción era «All I wanted», de Paramore. Iba sobre querer a alguien a quien no puedes tener y querer revivir el poco tiempo que has podido pasar con esa persona.
Yo me puse la canción una y otra vez en un ciclo tortuoso que incluía aspirar su olor en la camiseta suya que yo aún llevaba puesta y en las sában as. Durante los siete años siguientes, Elec solo se puso en contacto conmigo en
una ocasión.
Una noche, casi un año después de que se fuera de Boston, yo había salido con Victoria. Justamente había estado pensando en él, y recibí un mensaje de texto que me sacudió de arriba abajo.
Aún sueño con tu cuello. Aún pienso en ti cada día. Por alguna razón, necesitaba que lo supieras esta noche. Por favor, no me contestes.
No lo hice.
Aunque los ojos se me llenaron de lágrimas cuando leí el mensaje, no contesté. No se había puesto en contacto conmigo en todo ese tiempo, y supuse que estaría borracho. E incluso si no lo estaba, eso tampoco cambiaba nada. Ahora lo sabía. En realidad, me había convertido en una experta en ocultar mis sentimientos por Elec. El hecho de que estuviera tan lejos lo hacía posible. Las dos veces que me decepcioné a mí misma cediendo a la curiosidad y buscando su nombre en Internet, descubrí que ni siquiera estaba en las redes sociales.
Además, ahora que Elec ya era adulto, Randy había dejado de viajar a California.
Pero, incluso después de siete años, el corazón me dolía cuando pensaba en la noche que pasamos juntos. Así que hacía lo posible por no hacerlo… Ojos que no ven corazón que no siente. El dicho puede servir como apaño provisional, hasta que un día pasa algo que te obliga a enfrentarte a aquello de lo que has estado huyendo. Y es entonces cuando las barreras mentales que has levantado para protegerte se caen de golpe.