Larisa Cumin

volver a ese pueblo de muertos te endurece.

. Es en la palabra donde los hacemos vivir.

Me agarró un magún, me decís en esa lengua atravesada por el piamontés, y la boca se te tensa para evitar la mueca chueca que habla por vos cuando no querés hablar. Los recuerdos se te vuelven ácidos, pulposos, como las mandarinas criollas del patio de atrás de la casa de tus viejos. Llenas de semillas. Nunca perdieron del todo su verdor, y nunca pudimos dejar de comerlas.

En el miedo que le daba ir a tender en la noche porque se le aparecían cosas desde el fondo.

Las hijas crecemos bajo los relatos de nuestras madres,

Las historias (…) son portátiles, parte de un equipaje invisible que la gente lleva consigo cuando abandona su lugar de origen.
Angela Carter, Cuentos de hadas

Muchas historias. Ahí adentro te brotan. Es en la palabra donde los hacemos vivir.

No sabés si fuiste la última persona en tocarla con vida o la primera en acariciar su muerte. No sabés. Te da cosa no saber. Creés que hubieras podido hacer algo, evitar que se te fuera tan pronto. Pero los abuelos, ma, siempre se nos van muy pronto.

Tu viejo no podía enseñar nada. Te decía, mirá y aprendé. Porque quizás nunca nadie se detuvo a explicarle nada, y así aprendió todo. Mirando.

¿De quién es el canto, a quién le pertenece? ¿A la que busca, o al que perdió para siempre?