Detesto esos lazos en que el placer no es recíproco, por eso no me emocionan las caricias de un adolescente, odio a la que se entrega por la necesidad y en el momento del gozo piensa indiferente en el huso y la lana. No me satisfacen los dones dados por la obligación y dispenso a mi amada sus deberes con respecto a mi persona. Me produce placer oir los gritos que delatan sus intensos goces y que me detenga con ruegos para prolongar su voluptuosidad. Siento dicha al contemplar sus desmayados ojos que nubla su pasión y que languidece y se niega insistente a mis caricias.