Me morí tantas veces por ti, Julio. Tantas veces. Me apuntabas con tu espada de pirata.
Tu espada en mi barriga, en mi pecho, en mi garganta.
Decías:
¡Estás muerta!
Y yo me moría.
Me dejaba caer en el piso como fuera y cerraba los ojos.
Tú me mirabas y yo sentía que me mirabas.
Decías: De veras pareces muerta. Y yo no me movía, no me reía, no respiraba, no abría los ojos. De veras parecía muerta.
Lo mejor de la vida era morirse. Un brazo a cada lado, el pelo desparramado por el suelo. Mi muerte me divertía un montón, y a ti también.
Una vez te acostaste encima de mí y me besaste. Tu boca en mi boca, tu cuerpo en mi cuerpo y yo volví a la vida, como Blanca Nieves o la Bella Durmiente en esos cuentos de amor verdadero.
Lo mejor de la vida era morirse...