Pero era precisamente por su variedad y por su maravillosa ligereza por lo que la conversación de Ninon era tan buscada: fuego sagrado y purificador, el esprit había hecho de Mademoiselle de Lenclos una honnête femme también a los ojos de la terrible Princesa Palatina487, y había transformado la casa de la rue des Tournelles en el último santuario mundano del siglo que tocaba a su fin.